lunes, 25 de noviembre de 2013

Papadilla Cova

Papadilla Cova
Jacinto y Cañita
A doña Cañita le encantaba cocinar el bagre; con chile, salsa de pérdugo (especia única de Mupose), crema y queso, sal, espinacas, romero y más. Lo hacía asado, frito, al vapor, horneado, a la parrilla,  pero la más conocida de todas sus recetas era un brebaje de tripas y sangre de bagre con jugo de tomate, pérdugo y verduras de la región que tardaba por lo menos dos días en prepararse debido a que el bagre pasaba por un proceso de fermentación. El caldo de Doña Cañita llevaba varias generaciones en su familia y era tradicionalmente conocido como el platillo más rico de Mupose.
 Era admirado por muchos barrios pesqueros vecinos que habían tratado de imitarlo con los pescados de su región  surgiendo así el caldo de lubina, de merluza y de pargo, pero parecía que el agua dulce de Mupose así como la sazón de doña Cañita eran incomparables. Ningún habitante de los barrios del este y oeste de la Gran Isla faltaba a las celebraciones que sucedían en Mupose en los meses de mayo y junio con motivo de la gran llegada de bagre a su costa.
Todas las calles de este barrio se pintaban de colores y todos los hombres, mujeres y niños olvidaban sus actividades regulares para salir a las aceras, montar unos puestos y vender a  vecinos y visitantes guisados de bagre en todos sus sabores, combinaciones, formas y tamaños todos asombrosos y originales por igual. Día y noche grandes conglomerados de personas iban de aquí para allá, bebiendo aguardiente, bailando y comiendo pescado al ritmo de una música que identificaba al barrio. Hasta aquellos barrios que envidiaban a Mupose por ser la única costa de la isla con agua dulce se veían en estas épocas ligeramente vacíos ya que sus habitantes, los lubinos, pargos y merluzos escapaban cuando podían a comer bagre a Mupose.
Claro que la casa donde más movimiento había era la de doña Cañita, su delicioso brebaje atraía multitudes año tras año, incluso los mismos muposones cerraban sus changarros por media hora para ir a saborear el caldo antes de que se acabase, “el mejor caldo de la Gran Isla” se escuchaba susurrar por las calles. Cada año llegaba más gente y doña Cañita se cansaba más rápido, por eso, desde principios de marzo doña Cañita comenzaba las respectivas entrevistas e investigaciones a todas las mujeres de Mupose, para escoger una que aprendería la receta del brebaje de su familia con la condición de que no la enseñase más que a su propia hija. Para el año del que hablo, ya había muchas mujeres e hijas que sabían cocinar el caldo, pero yo creo que Doña Cañita tenía un ingrediente secreto, que no compartía con nadie y yo creo que su madre se lo dijo y a ella su abuela. Por eso su caldo siempre fue el más delicioso de todos.
Los changarros de guisados comenzaban a vender a medio día cuando todas las mujeres de Mupose habían terminado de cocinar con ayuda de sus hijos. Pero desde las cinco de la mañana el barrio prendía sus luces, todos despertaban, y en ayunas las mujeres comenzaban a preparar las salsas y demás condimentos, mientras esperaban que sus maridos regresaran de pescar el bagre. Cuando llegaban, desde los sartenes y cacerolas de todas las casas, desprendía un fuerte olor que invadía el barrio entero. En cada casa podía distinguirse lo que cocinaban sus vecinas a prisa.
Mientras las mujeres trabajaban, los hombres se apresuraban a montar un puesto en la acera de su casa y sacar el bagre fresco para que los muposones que no fuesen pescadores, se abastecieran para guisar. Pero casi todos los hombres del barrio se dedicaban a este oficio, así que en las mañanas pocos lugareños, a parte de los vendedores, se veían en las calles. Eran los barrios de Merluza, Lubina y Pargo, los que corrían a comprar grandes cantidades de bagre salado, para llevar a sus familias y vecinos y cocinar sus propios guisados.Otros barrios traían madera y sal a cambio del deseado pescado, que a pesar que lo recibían casi todo el año a cambio de sus productos en estas épocas era cuando Mupose más demandaba sal y madera para llevar a cabo sus fiestas. Era Don Jacinto, esposo de doña Cañita, el que año tras año organizaba la entrada de estos productos, y la salida de kilos y kilos de bagre con destino a toda la Gran Isla.
Don Jacinto era el jefe de la organización de pescadores de Mupose hasta su muerte, antes de él había sido su padre y antes su abuelo. Cuando a cualquier habitante del pueblo le surgía un problema era a él al que acudían, don Jacinto era un hombre muy inteligente y hábil, además su amabilidad y buen gesto habían conseguido un gran aprecio de toda la población.
Nada era fortuito, Don Jacinto y Doña Cañita eran la pareja más apreciada ya que mantenían el orden entero de Mupose, ella guardando e inventando nuevas recetas para todos y él trabajando para abastecer diariamente al barrio de cantidad de productos traídos de la Gran Ciudad y otras cosas de los barrios que la rodean. Aún así, a don Jacinto le gustaba decir “En Mupose a nadie le falta nada,  ya me lo decía mi padre, tenemos tierra afortunada”.


Memo y Fili
Hoy en día se habla mucho de la Gran Ciudad, gracias a esto es que he podido conocerla. Yo nunca he viajado a este lugar, sólo en mi mente, son las historias que me han contado y mis recuerdos de las mismas los que me permiten describirla. La Gran Ciudad es como un hormiguero, en ella viven muchísimas personas envueltas en un ambiente oscuro, gris. Repleta de grandes construcciones de todo tipo: viviendas, variadísimas entre sí, fábricas y comercios. Incluso he escuchado rumores que afirman la carencia de lluvia y árboles; la Gran Ciudad es tan distinta de todo lo que yo conozco. En fin, para poder contar mi historia es necesario concentrarme en unos cuantos actores, empecemos por el primero y más importante: la “Empaquetadora Escama Bronceada”, esta fábrica ubicada en el sureste de la Gran Ciudad, como su nombre lo indica (cabe aclarar que no es la única) está encargada de empaquetar el pescado que llega de las costas de de la Gran Isla. En esta ciudad, al parecer, es necesario empaquetarlo todo: frutas, vegetales, medicinas y por supuesto pescado, con el fin de facilitar la distribución de productos a mucha gente.
En realidad no conozco mucho más acerca de esta fábrica, sin embargo, es aquí cuando aparecen otros dos actores fundamentales en mi relato. Memo, dueño de la “Empaquetadora Escama Bronceada”, hombre muy trabajador y bien parecido, un día como cualquiera entra a un concurso muy importante, organizado por el Gran Jefe de la ciudad. He escuchado que este concurso estaba dirigido específicamente a empacadores de pescado; el Gran Jefe tenía la intención de apropiarse de todo el pescado de las costas de la Gran Isla. Con todo el pescado en sus manos podría alimentar a todas las personas de la ciudad, y a su vez mandar grandes barcos cargados a la monstruosa Masa Continental. Cada vez que recuerdo esto no puedo dejar de sentir escalofríos, pensar en ese malo y ambicioso Gran Jefe me trae pesadillas.
Volviendo al tema del concurso; a pesar de que muchas fábricas se anotaron, el ganador fue Memo y su empaquetadora. Desde ahora, como ganador del concurso, tendría que encargarse de cumplir los deseos del Gran Jefe. Al hacerlo él y su familia se verían beneficiados, por lo tanto, debía emprender un viaje a las costas de la Gran Isla, para negociar con los habitantes de las mismas, junto con su esposa Fili: mujer amable y amorosa, muy devota a la familia. Memo y Fili eran muy conscientes de que no sería fácil, entendían muy bien que era lo que tenían que hacer, sin embargo, no sabían lo que les deparaba el viaje.
Romita
A Romita, más que experimentar en la cocina como a su madre, le gustaba leer sobre carpintería y después hacer todo tipo de objetos en un pequeño taller que su padre le había instalado en las Palmeras de Mupose. Romita había escogido este lugar porque le gustaba que el viento no oliera a pescado y porque estaba cerca de su casa.
Don Jacinto siempre intentaba persuadir a Romita de esperar a que la madera llegara a su taller, pero a ella le gustaba ir a elegirla hasta Melaza, que aunque era el barrio vecino, se tardaba una hora en llegar ahí y para los trayectos cortos de Mupose éste era un tiempo considerable. Una hora de ida y otra de regreso, además del tiempo que le tomaba a Romita escoger la madera adecuada para su nueva creación, esta vez había encontrado un libro de unas mesas que usaban distintos tipos de madera y tramado que volvían más minuciosa su búsqueda.
Fue precisamente en este viaje que Romita se encontró a su amiga Ramona que conocía y frecuentaba desde niña, con ella hablaba de sus ganas inmensas de irse a estudiar a la Gran Ciudad, las dos soñaban con vivir en un departamento y actuar como unas verdaderas citadinas. Ramona repartía las especias secas que su madre vendía, por toda la Gran Isla, por eso siempre tenía un millón de historias para contar a Romita. Ese día llegó con malas noticias, en el último viaje que había hecho a la ciudad, la había encontrado cubierta de anuncios de una empacadora de pescado que había emprendido una misión para industrializar toda la Gran Isla incluyendo Melaza y Mupose. Al parecer iban en busca de sacar el mayor provecho de las ya ventajosas zonas de la isla.
Romita supo en ese instante que el lugar de sus padres en Mupose se podría en juego con la llegada de los hombres de ciudad, temió por su familia, su perro, su pueblo y por ella misma que disfrutaba de más ser la hija de jefe de Mupose.
En cuanto Don Jacinto supo la noticia y pudo tranquilizar a Romita, supo que las cosas iban a cambiar en Mupose, entendía bien lo que implicaban las noticias nuevas, parecía por su tranquilidad que lo sabía desde antes de que Romita llegara a su casa a contarle.
La gente de Mupose también comenzó a escuchar los rumores, un miedo atroz llenaba el ambiente. Esto fue primero, pero después llegó la duda, todos se preguntaban qué iba a hacer Jacinto, qué pensaba, qué decía del asunto. Nadie en Mupose sabía que iba a pasar y los Cova no decían nada.
Que días tan grises debió vivir Mupose cuando vino Romita con las malas noticias.
A Romita la situación en un principio le había causado terror, pero poco a poco la curiosidad la motivó a convencer a su padre de que la mandara a encontrarse con los grancitadinos en Lubina para conocer sus intenciones. Romita emprendió un viaje más largo del que acostumbraba hacer a Melaza, y esta vez no usó la bicicleta.
Pasaron varios días para que Romita regresara a Mupose, doña Cañita estaba verdaderamente indignada con Jacinto por mandarla a tremenda aventura, Jacinto por su parte sentía miedo cuando su mujer le reclamaba, pero intentaba recordarse que su hija era una muchacha muy astuta que no pondría su vida en peligro bajo ninguna circunstancia.
Cuando Romita llegó a Lubina, en donde pensaba encontrarse con el jefe de la campaña de industrialización, los lubinos la recibieron con comida, bebida y una cama para pasar la noche. A la mañana siguiente fue a la playa donde se encontró con Memo y Fili que le expresaron su interés por mejorar las condiciones de explotación, así como modernizar todos los puertos y barcos pesqueros de la Gran Isla. Se hizo hincapié en Mupose que tenía el pescado más delicioso. En un principio Romita se sintió amenazada, pero la convivencia  la hizo sentirse atraída a la idea de la llegada de los extranjeros a Mupose.
Después de una semana regresó a Mupose donde sus padres la esperaban ansiosos, ella les habló de lo sucedido, de Memo y de Fili, en particular, de sus intenciones. Don Jacinto se sintió aturdido y los días que siguieron a la llegada de su hija fueron de aislamiento total.
Lucio
Se prepararon para partir, el itinerario era largo, y estarían ausentes por más de un año. Dos horas se tardaron en llegar a su primer destino debido a que los caminos que conducían a Lubina no estaban en buenas condiciones. Una vez en Lubina, los locales los reciben tímidamente, a pesar de esto les brindan víveres y alojamiento. Memo y Fili frente a este recibimiento tan acogedor no pierden tiempo y les hablan de sus intereses. Los lubinos, intentando deshacerse de los visitantes, les hablaron de Mupose y de su agua dulce. Memo y Fili nunca habían escuchado nada acerca de Mupose porque ellos únicamente empaquetaban pescado de Merluza y desconocían la existencia de una costa de agua dulce en la Gran Isla.
Unos días más tarde, Memo y Fili se enteraron en las calles del barrio de la visita que haría la hija del jefe de Mupose a Lubina para encontrarse con ellos. A la noche siguiente Romita llego a Mupose, pero fue hasta en la mañana que se reunieron con ella en la playa. Romita pasó una semana con ellos, incluso partieron al mismo tiempo, juntos llegaron hasta Merluza en donde fueron muy bien recibidos y de ahí Romita continuó su regreso a Mupose. La convivencia con Romita les recordó a Lucio. Lucio era su hijo y tenía un año menos que Romita, 18 años, estaba terminando sus estudios en el centro de la Gran Ciudad y se reuniría con ellos en Melaza. Los estudios en ingeniería de Lucio eran pieza clave para las intenciones de Memo en Mupose.
En Merluza ya todos habían oído hablar de Memo y de Fili incluso de su proyecto al que habían aceptado participar gustosos, sabían que de alguna manera podría beneficiarlos y sí cedían podían evitar conflictos con los extranjeros, los merluzos como Jacinto sabían que nada se podía hacer contra la llegada de los visitantes. Podrían haberse quedado más días en Merluza ya que los trataban muy bien, pero presurosos a la mañana siguiente de su llegada partieron a Mupose.
En su camino se encontraron con un último barrio, Melaza de donde salía casi toda la madera de la Gran Isla, era aquí donde iban a encontrarse con Lucio. Un par de noches esperaron en el barrio a que llegara su hijo. Este tiempo lo aprovecharon para convencer a sus habitantes de instalar maquinas y demás tecnologías que mejorarían la producción maderera. Cuando Lucio llegó lo pusieron al tanto sobre Mupose y los tres comenzaron a planear el encuentro con Don Jacinto.
 “Empaquetadora Escama Bronceada”

Al día siguiente partieron de Melaza y llegaron a Muposea a la hora de la comida. Memo, Fili y Lucio nunca habían visto tantos colores; Mupose no era nada parecido a lo que conocían

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